Las elecciones
presidenciales siempre ponen a prueba la sabiduría cívica de los votantes. En
EE.UU. hay encuestas que dan como presidente a Donald Trump, con fuerte apoyo
de iglesias evangélicas.
La temperatura
política del ‘coloso del norte’ está subiendo día a día. Parece haber una
relación directa entre los exabruptos del candidato republicano, y su constante
ascenso en la intención de voto. Según encuestas, ya estaría superando a la
candidata demócrata en el camino a la Casa Blanca. Para quienes no vivimos en
EE.UU. puede sorprendernos que muchos evangélicos se decidan por Donald
Trump para presidente. Su foto levantando la Biblia, al puro estilo Billy
Graham, debe haber influido para que muchos miren al cielo diciendo
¡Gracias a Dios por Trump! Los conservadores resistían a Trump en las
primarias; hoy lo presentan como evangélico. Pero, él ataca a los creyentes en
Cristo, más aún cuando denuncian su nivel moral y exhiben su ausencia de ética
política. Entre los últimos hallamos al escritor Max Lucado, listado entre los
‘súper ventas’ del New York Times, y elegido como ‘Pastor de América’ por la
influyente revista Christianity Today (1). El lector preguntará por qué
traer a colación este asunto, en la continuación del artículo que –sobre
ecumenismo – comencé la semana pasada (2).
Encuentro
una estrecha relación con la visión profética que tenía hace un siglo John
Mackay sobre la influencia de EE.UU. en el mundo, en particular con los países
latinoamericanos, y el rol de las iglesias evangélicas respecto de las olas de
inmigrantes ‘latinos’, de lo cual habla en su libro ‘El otro Cristo español’.
He recurrido esta vez a la valiosa ayuda de Guidoberto Mahecha, pastor de la
Iglesia Presbiteriana de Girardot, Colombia, adaptando lo que escribe en el
capítulo titulado ‘John Alexander Mackay, 1889-1983’ en la Revista ‘Vida y
Pensamiento’ ya citada (3). El teólogo comienza diciendo de Mackay: “Al
examinar su vida vemos a un hombre que vivió como Pablo, sin conformarse a este
siglo y siempre listo a examinarlo todo y retener lo bueno” (4). Hay en el
libro de Mackay dos capítulos de especial importancia para el movimiento
protestante. En ‘El advenimiento del protestantismo’ (5) destaca los
precursores en llegar a América del Sur y en especial lo nuevo que trajeron, en
particular la educación y la lectura de la Biblia. Las Sociedades Bíblicas y
las juntas de misiones participaron activamente en este trabajo. Luego destaca
la labor de algunos grupos nacionales que también contribuyeron en la expansión
del protestantismo. Por su participación en los trabajos de la juventud
protestante de América del Sur, Mackay ve en estos movimientos la expresión del
ecumenismo protestante. En el otro ‘Una crítica al protestantismo de
América del Sur’ (6) Mackay afirma que la influencia de Estados Unidos es buena
para América del Sur siempre y cuando haya grupos de cristianos que defiendan y
busquen relaciones más justas entre los estados del sur y puedan controlar a
‘los industriales poderosos’ que desean que Estados Unidos tuviese una política
intervencionista en México. Mackay reconoce la influencia de los
poderosos en el gobierno de EEUU y será uno de sus puntos de choque y
participación en años posteriores. Cuando los cristianos influyentes no toman
partido o son convencidos del destino manifiesto del gigante del norte, no hay
forma de controlar los impulsos imperiales. Esto quedó claro por las diversas
intervenciones militares en América Central y el Caribe. Quienes se animan a
estigmatizar a Mackay tildándolo de ‘controvertido’ – y hasta de ‘comunista’
-quizás ignoren que recibió a Cristo y se formó como cristiano en la Iglesia
Libre de Escocia, la que se separó de la Iglesia oficial en protesta contra la
imposición del gobierno inglés que permitía a los dueños de tierra nombrar los
ministros de sus congregaciones, aunque no tuvieran la preparación teológica
necesaria (7)
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