martes, 2 de agosto de 2016

¿Nace otro Dictador mundial en EE.UU.?

Las elecciones presidenciales siempre ponen a prueba la sabiduría cívica de los votantes. En EE.UU. hay encuestas que dan como presidente a Donald Trump, con fuerte apoyo de iglesias evangélicas.

La temperatura política del ‘coloso del norte’ está subiendo día a día. Parece haber una relación directa entre los exabruptos del candidato republicano, y su constante ascenso en la intención de voto. Según encuestas, ya estaría superando a la candidata demócrata en el camino a la Casa Blanca. Para quienes no vivimos en EE.UU. puede  sorprendernos que muchos evangélicos se decidan por Donald Trump para presidente. Su foto levantando la Biblia, al puro estilo Billy Graham, debe haber influido para que muchos miren al cielo diciendo ¡Gracias a Dios por Trump!  Los conservadores resistían a Trump en las primarias; hoy lo presentan como evangélico. Pero, él ataca a los creyentes en Cristo, más aún cuando denuncian su nivel moral y exhiben su ausencia de ética política. Entre los últimos hallamos al escritor Max Lucado, listado entre los ‘súper ventas’ del New York Times, y elegido como ‘Pastor de América’ por la influyente revista Christianity Today (1).  El lector preguntará por qué traer a colación este asunto, en la continuación del artículo que –sobre ecumenismo – comencé la semana pasada (2). 
 
Encuentro una estrecha relación con la visión profética que tenía hace un siglo John Mackay sobre la influencia de EE.UU. en el mundo, en particular con los países latinoamericanos, y el rol de las iglesias evangélicas respecto de las olas de inmigrantes ‘latinos’, de lo cual habla en su libro ‘El otro Cristo español’. He recurrido esta vez a la valiosa ayuda de Guidoberto Mahecha, pastor de la Iglesia Presbiteriana de Girardot, Colombia, adaptando lo que escribe en el capítulo titulado ‘John Alexander Mackay, 1889-1983’ en la Revista ‘Vida y Pensamiento’ ya citada (3). El teólogo comienza diciendo de Mackay: “Al examinar su vida vemos a un hombre que vivió como Pablo, sin conformarse a este siglo y siempre listo a examinarlo todo y retener lo bueno” (4). Hay en el libro de Mackay dos capítulos de especial importancia para el movimiento protestante. En ‘El advenimiento del protestantismo’ (5) destaca los precursores en llegar a América del Sur y en especial lo nuevo que trajeron, en particular la educación y la lectura de la Biblia. Las Sociedades Bíblicas y las juntas de misiones participaron activamente en este trabajo. Luego destaca la labor de algunos grupos nacionales que también contribuyeron en la expansión del protestantismo. Por su participación en los trabajos de la juventud protestante de América del Sur, Mackay ve en estos movimientos la expresión del ecumenismo protestante.  En el otro ‘Una crítica al protestantismo de América del Sur’ (6) Mackay afirma que la influencia de Estados Unidos es buena para América del Sur siempre y cuando haya grupos de cristianos que defiendan y busquen relaciones más justas entre los estados del sur y puedan controlar a ‘los industriales poderosos’ que desean que Estados Unidos tuviese una política intervencionista en México.  Mackay reconoce la influencia de los poderosos en el gobierno de EEUU y será uno de sus puntos de choque y participación en años posteriores. Cuando los cristianos influyentes no toman partido o son convencidos del destino manifiesto del gigante del norte, no hay forma de controlar los impulsos imperiales. Esto quedó claro por las diversas intervenciones militares en América Central y el Caribe. Quienes se animan a estigmatizar a Mackay tildándolo de ‘controvertido’ – y hasta de ‘comunista’ -quizás ignoren que recibió a Cristo y se formó como cristiano en la Iglesia Libre de Escocia, la que se separó de la Iglesia oficial en protesta contra la imposición del gobierno inglés que permitía a los dueños de tierra nombrar los ministros de sus congregaciones, aunque no tuvieran la preparación teológica necesaria (7)

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