Según el Banco Mundial “la pobreza es
hambre; es carencia de protección, es estar enfermo y no tener con que ir al
médico, es no poder asistir a la escuela, no tener trabajo, es tener miedo al
futuro, es impotencia, es carecer de representación y libertad, es falta de
desarrollo de destreza, es vulnerabilidad a los cambios bruscos”.
La pobreza es tan antigua como el género
humano, es el polo opuesto de la riqueza. A lo largo de la historia, la
confrontación de intereses entre pobres y ricos ha provocado toda clase de acontecimientos y guerras, las
cuales, no han logrado modificar sustancialmente la situación de desigualdad en
la que vive la mayor parte de la población mundial.
Económicamente los pobres están privados
no sólo de ingresos y recursos suficientes para cubrir el costo de una canasta
de consumo básico, sino también de oportunidades. Los Mercados y los empleos a menudo son de difícil acceso
debido a las bajas capacidades y a la exclusión social.
La poca educación y preparación técnica y
la imposibilidad de acceder a información que podría contribuir a mejorar la
calidad de vida y de realizar su potencial físico y mental es lo que predomina.
La pobreza debe concebirse como la
privación de capacidades básicas o de las libertades fundamentales de que debe
disfrutar el individuo para obtener el ingreso de cierta cantidad de bienes que
le permita vivir dignamente.
Pese a los avances indiscutibles en el
campo de la ciencia y la tecnología y el mejoramiento de las condiciones para
la educación de los pueblos, en los últimos tiempos, más que en todo el resto
de la historia de la humanidad, la situación de miseria persiste, y la brecha
que supera a la mayoría de los países pobres de un puñado de potencias,
tecnológicamente más desarrollados tiende a aumentar.
Se estima
que en la actualidad por lo menos 1,200 millones sobreviven en la
miseria, con ingresos que no superan un dólar diario, y se prevee que esta
cifra aumentará. Si miramos el mapa económico del mundo, aun asumiendo
metodologías conservadoras, la mayor parte de la producción, el consumo, y los
avances tecnológicos se concentra en grupos de países que no representan ni el
20% de la población total de las naciones del planeta.
Esta desigualdad ha motivado movimientos
masivos de personas a través de la frontera de una nación a otra, además, se han formados bloques económicos
que mueven bienes y capitales.
Ante este proceso apabullante, surge la
llamada Globalización que no es más que el argumento Neo-Liberal que trata de
justificar la inevitalidad de someter el desarrollo de los países a los
dictados del mercado, bajo el supuesto de la igualdad de oportunidad para
todos.
Es en este marco que se ha intensificado
el proceso de apertura de los países pobres, como condición para la
supuesta inserción competitiva en los
mercados internacionales. No
obstante, la realidad dista mucho del planteamiento técnico, pues en la
práctica, Globalización no significa homogenización de las economías, sino más
bien profundización de la brecha económica y tecnológica entre los países más
desarrollados y el resto de las naciones del planeta.
En este sentido, el concepto de
Globalización viene a ser como el pretexto para ampliar el dominio del capital
transaccional sobre las economías menos avanzadas, a través de los flujos de
capital de préstamos y de inversiones directas en esos países menos
desarrollados.
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